Este verano, la publicidad del metro de Londres era de lo más variada. Junto a un mapa de la línea metropolitana, había una promoción sobre un remedio natural de hierbas contra el estrés y una publicidad de un fondo de inversión que daba la oportunidad a los clientes de invertir en bitcoins y otras criptomonedas.
Tiene sentido que se haga una campaña masiva de promoción de bitcoins, ya que se ha convertido en la inversión de la que habla casi todo el mundo. A principios de 2015, el bitcoin valía poco más de 300 dólares (253 euros), pero su precio ha ascendido vertiginosamente hasta cruzar la barrera de los 10.000 dólares. La pasada semana, alcanzó los 11.000 dólares antes de situarse el viernes en los 10.500 dólares.
Esta montaña rusa bursátil ha puesto a prueba a las plataformas de cambio, mientras los mercados temen que haya una burbuja. La magnitud de la acción del precio, en un momento de baja inestabilidad para bonos y acciones, es algo imposible de ignorar por el mercado financiero.
Este miércoles, el Nasdaq se planteaba lanzar contratos de futuros de bitcoins para el año que viene, lo que facilitaría a los inversores obtener beneficios por las pérdidas contraídas al mismo tiempo que conseguirían ganancias en bitcoins. Los grandes bancos que sirven de intermediarios han considerado la opción de unirse a la comercialización de futuros, a pesar de las dudas acerca de estos productos tanto como reservas de valor como medios de pago.
La relevancia conseguida por el bitcoin es un logro poco común para un producto que nació en el año 2009 como un proyecto informático de código abierto inspirado por el misterioso Satoshi Nakamoto. Éste fue el nombre de la persona, o personas, que redactaron un escrito donde se describía dicha moneda digital. Nadie ha sido capaz de esclarecer la verdadera identidad de Nakamoto.
El bitcoin, en sí mismo, es una cadena de códigos informáticos. Hasta cierto punto, los nuevos bitcoins pueden crearse con ordenadores capaces de resolver operaciones complejas. Las transacciones son registradas en una base de datos llamada cadena de bloques (blockchain en inglés). Pero se desconoce la identidad de las personas responsables de las transacciones. Las técnicas criptográficas se utilizan para evitar el fraude, una de las razones por las que los bitcoins y sus imitadoras (como Ethereum) son llamadas criptomonedas. En el proceso no intervienen ni gobiernos, ni bancos. Y todo ello ha terminado en una obsesión por la inversión. Las criptomonedas cuentan con apoyos entre aquellos inversores que han perdido la fe en la gente o en las instituciones, en concreto, en gobiernos y en bancos.
RIESGOS
Una política monetaria flexible, como la que siguió a la crisis financiera de 2008, puede alimentar la moda de estas inversiones. Según la consultora Autonomous NEXT, los números de las firmas de capital riesgo de criptomonedas aumentaron de 55 de finales de agosto a 169 de esta semana. "Hay muchas similitudes entre la burbuja de las puntocom y la del bitcoin", asegura Clare Nicholls, socia en el banco de inversión Invenio Corporate Finance.
"La burbuja de las puntocom se debió, en gran medida, al "miedo a quedarse fuera". Mucha gente actuó sin entender realmente lo que estaba haciendo. Como resultado, los precios se dispararon y, ahora, una década más tarde, estamos viendo la misma situación de inestabilidad", añade Nicholls.
Este miércoles, Coinbase (una de las mayores plataformas digitales de compra-venta, transferencia y almacenaje de monedas digitales) declaró que el tráfico de estas monedas tuvo un "récord histórico", lo que conlleva "un rendimiento bajo" para los usuarios.
Los rápidos cambios introducen un nuevo factor de riesgo: los recién llegados tienen un menor compromiso ideológico con el bitcoin.
Según Gavin Brown, profesor de economía financiera en la universidad metropolitana de Manchester y responsable de la firma de capital riesgo de criptomonedas Blockchain Capital, a medida que se acerca el umbral de los 10.000 dólares, muchos propietarios de bitcoins los venden. "Durante años, en los foros de debate de Internet, los 10.000 dólares se consideraban la barrera psicológica, era un número soñado. La gente que ha estado en el mercado durante cuatro años ahora está retirando sus fondos...con resultados sorprendentes".
Es difícil determinar qué están comprando los inversores. El bitcoin es tan desconocido como su supuesto creador, Nakamoto. Al contrario que los bonos y las acciones,el bitcoin no genera ingresos, ni tiene un uso práctico que ayude a calcular su valor intrínseco, como los productos industriales o agrícolas. Aunque se define como una moneda, tendría más sentido compararlo con los metales preciosos.
"El bitcoin es un producto digital que se utilizaba para realizar pagos y que se ha convertido en un medio para la especulación", afirma William Goetzmann, economista en Yale. "No tiene futuros dividendos. Su valor se establece por especulación según la futura demanda y/o las expectativas que se tengan sobre su valor de venta en el futuro. En esencia, no hay forma de ponerle un precio", añade Goetzmann.
Sin embargo, no por ello se va a producir un estallido de la burbuja a corto plazo. Mike Novogratz, gerente de una firma de inversión que la semana pasada predijo que los bitcoins valdrán 10.000 dólares para finales de este año, considera que dicha moneda podría llegar a los 40.000 dólares para finales de 2018. Pero, de igual forma, los giros de los mercados de esta semana sugieren que los clientes que se han unido al tren del bitcoin podrán esperar, como poco, un viaje accidentado.
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