Apalancar la empresa por encima de sus posibilidades o financiar el crecimiento a largo plazo con instrumentos a corto son algunas de las equivocaciones más habituales.
Una mala planificación financiera puede generar más de un dolor de cabeza e incluso poner en la cuerda floja el futuro de la pyme. Para evitar esta situación, el consejo de los expertos es unánime: hay que anticiparse. "Se debe poner la venda antes que la herida, contar con la financiación suficiente antes de que surja un posible problema. De lo contrario, se corre el riesgo de afrontar una crisis de tesorería", afirma Ignacio Mur, profesor del departamento de Dirección General y Estrategia de Esade.
Sin embargo, a la hora de crear este colchón de liquidez, no todas las opciones son válidas. Hay que valorar los costes y los plazos, entre otros factores. De lo contrario se puede incurrir en errores que después será difícil (y costoso) corregir:
Apalancarse en exceso. La empresa debe contar con una financiación adecuada, pero nunca por encima de sus posibilidades. La proporción entre deuda e ingresos dependerá de las características de cada compañía y del sector de actividad en el que opere. "Una empresa de ingeniería no debe tener el mismo nivel de apalancamiento que otra de alquiler de inmuebles, cuyos ingresos son mucho más previsibles", explica Vicente Rodríguez, socio de Beka Finance. El rango de endeudamiento puede oscilar entre las 2 veces el ebitda (resultado bruto de explotación) y las 7 veces, cuando se trata de financiación de proyectos. Una manera de reducir el apalancamiento es explotar otras vías de financiación ligadas a los propios recursos de la empresa. Por ejemplo, para la adquisición de maquinaria se puede recurrir a fórmulas alternativas como el leasing o el renting, que no computan en el CIRBE (Central de Información de Riesgos del Banco de España). Por tanto, es deuda que figura en el balance, pero no contabiliza como crédito bancario.
Instrumentos a corto plazo. Otro de los errores más comunes es financiar necesidades a largo plazo, como un proceso de internacionalización o la compra de otra compañía, con instrumentos a corto. De este modo, se corre el riesgo de tener que amortizar el préstamo antes de que la inversión haya comenzado a dar frutos. Para prevenir este error caben dos opciones: La primera es recurrir al máximo al endeudamiento bancario a largo plazo. La segunda es acudir a fuentes de financiación alternativas. "Pueden ser especialmente interesantes para proyectos a largo plazo y que generan una cierta incertidumbre", comenta Mur. Entre las vías de financiación alternativa destacan los fondos de deuda privada, que permiten financiar un proyecto empresarial sin tener que amortizar hasta el vencimiento. El importe mínimo se sitúa entre los 5 y los 10 millones, con un interés anualizado del 4% al 8%. Otra posibilidad es recurrir a la emisión de bonos, que se pueden colocar entre inversores privados o bien en mercados regulados como el MARF. Los importes son habitualmente más elevados (15 millones) y el interés suele partir del 2,5%.
Concentración bancaria. Un error a evitar es concentrar toda la deuda en una sola entidad. Una situación en la que se han visto muchas compañías tras el proceso de fusiones bancarias de los últimos años. El problema es que si el banco decide reducir sus niveles de riesgo, la compañía tendrá serios problemas para refinanciar la deuda. Por la misma razón es conveniente evitar los créditos sindicados. Las condiciones suelen ser más estrictas, los costes de instrumentación son más altos y se cierra la puerta a negociar con otros bancos.
Una cotizada de ida y vuelta
En 2014 la firma de tejidos elásticos Dogi daba una buena noticia al mercado. Volvía a la Bolsa española, tras llevar cinco años suspendida de cotización. La compañía catalana había pagado cara la agresiva política de compras que inició a finales de los 90 y que, a la postre, disparó su deuda. Esta situación le llevó a presentar el concurso de acreedores en 2009, pero consiguió salir del bache con la ayuda de un socio inversor: el fondo de capital riesgo Sherpa Capital. De este modo, Dogi entró en beneficios en 2014 (ganó 14,5 millones de euros) tras un proceso de renegociación de la deuda en el que se incluyeron quitas del 90%. "Compramos una compañía que estaba en una situación compleja. Vimos los números y qué nivel de deuda se podía permitir y con eso fuimos a los bancos", explica Eduardo Navarro, socio de Sherpa y presidente de Dogi. Tras sanear las cuentas de la empresa, Navarro comenzó un proceso de consolidación sectorial. Hasta el momento ha adquirido tres compañías que ha financiado con nueva deuda bancaria y ampliaciones de capital. "Cuando las entidades ven que las cosas se hacen bien, te dan apoyo", asegura.
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